El Uso de la Desesperación
L/Leema, 22 de septiembre de 1985
Se nos ha pedido hablar sobre el tema de la desesperación, su forma, su función y su uso. Dividiríamos nuestra exposición en tres categorías: la desesperación de la mente, la desesperación del cuerpo y la desesperación del espíritu.
La desesperación de la mente es una cosa vacía, carente de toda virtud excepto la de la autodestrucción. Dentro de la mente existen limitaciones que han sido dadas al ser por el propio ser. Algunas de estas limitaciones son las llamadas limitaciones de la inteligencia. Una de las cargas de una inteligencia mayor es una mayor capacidad para la desesperación. Y, amigos míos, ¿de qué desespera la mente? La mente desespera de sus propias limitaciones. En verdad, no existen limitaciones. Solo hay desafíos, lecciones y gloria. Sí, decimos gloria. Porque cuanto más fuerte es la desesperación, más gloriosa es la batalla que puede librarse para sobrepasar los sentimientos de impotencia, fatalidad y presagio, inutilidad, aburrimiento y desinterés que, en conjunto, suman la definición de desesperación. La desesperación de la mente es aquello que no es, enfrentado a aquello que es. Por lo tanto, el estado de desesperación mental es insensatez y casi siempre improductivo. Sin embargo, la dinámica de la desesperación; es decir, la medianoche en oposición al mediodía, está disponible para todos, para todo espíritu que vive en mente y cuerpo en vuestra ilusión, en algún momento dentro de la encarnación. Por lo tanto, aunque es inútil, es una experiencia común. En el gran esquema, la misma inutilidad de la desesperación es lo que limita la capacidad del hombre de sentirla. Es, más bien, una dinámica contra la cual se despliega la encarnación, siendo la otra dinámica la pura alegría. Es entre esos dos polos que uno puede analizar su verdadera posición en relación con el aprendizaje del gran pensamiento original del Amor.
Por lo tanto, aquello que es inútil es más bien una constante, un trasfondo dentro de la experiencia de vida siempre disponible, en el cual la mente nada sabe. La alegría mental es la dinámica opuesta en la que la mente lo sabe todo. Estos son los límites dentro de vuestra ilusión de aquello que nosotros llamamos amor.
La desesperación del cuerpo es un reflejo de la desesperación de la mente. Cuando una entidad posee desesperación mental y no ha pasado de esa dinámica a un modo productivo de pensar, analizar, sentir y actuar, esa desesperación se incorpora dentro del complejo corporal. De ahí surgen la enfermedad y, en última instancia, la muerte. Por lo tanto, el precio de la desesperación continua es la muerte del cuerpo y, por ende, la muerte de la inteligencia que informa al cuerpo. Ahí tienen la forma y la función, siendo la forma, como siempre, consecuencia de la función.
La desesperación espiritual, en cambio, es una absoluta necesidad. En lugar de ser un cero, es una dinámica en movimiento dentro de aquello que informa el crecimiento y la evolución del espíritu. Solo la desesperación metafísica —es decir, el reconocimiento de que uno no sabe nada, de que ha perdido el control de todo y de que se enfrenta a la completa oscuridad del alma— es lo que obliga a ese gran fragmento o porción del Único Creador que es tu conciencia a girar, transformarse y comenzar de nuevo, sin haber dejado atrás lo que es viejo en el alma, sino añadiéndole, acumulando más sabiduría, más compasión y más y más una sensación de unidad que solo puede recibirse cuando uno se ha desesperado lo suficiente como para liberarse de la expectativa de cualquier conocimiento en absoluto.
Hay una manera en la que uno puede usar la desesperación mental y su reflejo en el complejo corporal para el mejor efecto. Y esa es transmutar la desesperación mental en lo que este instrumento llamaría la noche oscura del alma o desesperación espiritual. No se puede analizar la desesperación y salir transformado. No se puede actuar la desesperación a través de la enfermedad y salir transformado. Sin embargo, uno puede buscar la gracia y el consuelo que son su derecho de nacimiento al transmutar lo que es inferior en lo que es superior. Pues, como saben, una porción de la creación es un holograma de todo lo demás en la creación; así, la desesperación mental puede —como los alquimistas transforman el plomo en oro— convertirse en la noche oscura del alma, bruñida y resplandeciente. Esta desesperación espiritual, entonces, puede transformarse en grandes revelaciones y cambios positivos y hacia adelante dentro del espíritu.
Tiempo, Espacio y Evolución
Oxal, 29 de diciembre de 1985
Queremos hablarles acerca de lo que ustedes llaman tiempo y espacio. Es difícil aproximar en su lenguaje las resonancias de lo que estas dos palabras intentan expresar, pues hablamos de aquello que es la materia de la que está hecha su creación, y de esa inteligencia creativa que crea lo que es hecho. No es inusual, hemos encontrado, que entre sus pueblos el tiempo parezca transcurrir cada vez más rápidamente a medida que la experiencia encarnacional se acumula y lo que se conoce como tiempo pasa. Debe ocurrírsele a muchas mentes lógicas que esa aceleración del tiempo es una especie de ilusión dentro de su ilusión, pues no se pueden fabricar objetos mecánicos, como sus relojes, que aceleren el paso del tiempo en concierto con la percepción subjetiva del tiempo de cada persona.
El tiempo y el espacio tienen una relación recíproca y son alegorías o análogos del amor y la luz. A medida que estas fuerzas inciden en la conciencia de cada buscador, le presentan la posibilidad de la experiencia. En verdad, otra palabra para tiempo es experiencia. Parece ser falso que algunos momentos contengan más experiencia que otros, y aquí radica el meollo de lo que deseamos transmitirles. Cuando no hay distorsión en el espacio, cada momento finito se convierte en un momento cósmico o unificado y es algo con las propiedades de la intemporalidad. Es durante los momentos intemporales cuando la experiencia queda sembrada en el buscador.
Ahora, a cada buscador se le da catalizador momento a momento, y solo es necesario observar a sus almas jóvenes para ver lo que se puede hacer con el catalizador del momento. Los niños, al estar menos acostumbrados al desperdicio de momentos, se acercan e instintivamente perciben cada parte del catalizador como aquello que se convertirá en experiencia. Hay una cantidad abrumadora de catalizador en cada momento. La plenitud del catalizador disponible en cada momento comienza, a medida que el niño crece hasta lo que ustedes llaman adultez, a volverse más una carga que un placer y, al sentirse abrumado por su catalizador, uno deja de procesarlo en experiencia. En otras palabras, el espacio necesario para usar una unidad de tiempo se distorsiona en un sentido subjetivo, de modo que la experiencia que el tiempo ofrece se pliega, se dobla y se encoge porque ese espacio con el que el tiempo está inextricablemente ligado no tiene suficiente lugar para la transformación de aquello que llega al oído, al ojo y al corazón.
Cuando el buscador elige, conscientemente, usar el catalizador, el espacio —ese espacio interno que permite que el tiempo transcurra— es entonces lo suficientemente amplio para aceptar plenamente el catalizador y su posibilidad de ser transformado en experiencia real. Cuando el buscador se distrae o se deja llevar por lo mundano, elimina del uso consciente gran parte del catalizador que el proceso de la vida cotidiana genera. Cuando el buscador está listo para ser consciente del momento, ese momento presente siendo uno consigo mismo, es decir, pleno de tiempo e igualmente pleno de espacio, entonces el buscador tiene la oportunidad de experimentar un momento intemporal en el que todo el tiempo es uno. Dentro de este momento, se puede realizar una cantidad infinita de trabajo en la conciencia para la transformación gradual del ser en aquel ser que cada uno tiene la capacidad de reclamar. Sí, es parte de su derecho de nacimiento. ¿Qué es un derecho de nacimiento, amigos míos, sino algo con lo que nacieron? Un derecho de nacimiento no es algo que se dé parcialmente o de manera desigual. Sin embargo, un derecho de nacimiento no necesita ser usado, así como una herencia puede no ser reclamada por un heredero que no desea experimentar el poseer dinero.
Volvamos a observar al pequeño niño que es ansioso por su derecho de nacimiento y que pasa una cantidad significativa de su tiempo en el momento presente intemporal. En cada vez más de sus jóvenes seres en este tiempo, se puede observar una intensidad elevada de búsqueda y una traducción más rápida del catalizador en experiencia, la cual queda asentada en el corazón. ¿Cómo se llega, entonces, a ser como un pequeño niño? Está escrito en su obra sagrada, conocida como la Biblia, que a menos que uno sea como un pequeño niño, no puede entrar en el reino de los cielos. Esta afirmación es simplista en cuanto a lo que se llama el reino de los cielos, pero nuevamente, el lenguaje no es adecuado para expresar el significado, y por ello debemos intentar usar las palabras lo mejor que podamos.
Este es un momento presente. ¿Cuál es su catalizador, amigos míos? El tiempo puede ser desperdiciado. Escuchamos a través de los oídos de este instrumento y oímos la voz de este instrumento transmitiendo conceptos, algunos de los cuales le son desconocidos. Somos conscientes de cada complejo vibratorio que compone a cada entidad dentro de este círculo esta noche. Oímos el bendito sonido del horno en funcionamiento, calentando una atmósfera que de otro modo sería gélida. Encontramos en la mente de cada entidad mucho catalizador no procesado. Eso es lo que cada uno aporta al tiempo. Cuando alguien busca distracción frente a un catalizador pesado, frunce y altera la proporción entre el tiempo y el espacio, y el tiempo se acorta literalmente en un sentido subjetivo, pues hay menos espacio con el cual igualarlo. Usamos el término espacio, no solo en un sentido físico, sino en un sentido metafísico en el que el espacio es análogo a la amplitud del punto de vista de uno o, dicho de otra manera, al espacio o área que es aceptable para usar en la transformación del catalizador en experiencia asentada.
No es de extrañar que tantos de sus pueblos encuentren que el tiempo se mueve cada vez más rápido. Tampoco es sorprendente que la mayoría de las entidades sean completamente inconscientes del porqué de esto. Esto es muy comprensible debido al hecho de que, si no se procesa el catalizador en este momento presente, será llevado a la siguiente unidad discreta de tiempo/espacio. Si, entonces, el catalizador de la segunda unidad discreta de tiempo/espacio también queda sin usar, la siguiente unidad de tiempo/espacio se carga cada vez más con catalizador no procesado y, para cuando uno cuenta sus años con desaliento en lugar de orgullo, la mayoría de sus pueblos tiene tal carga de catalizador antiguo y no procesado que abrirse al catalizador del momento presente es casi impensable, y ciertamente se requiere de mucho valor para comenzar a abrirse a todo el catalizador, antiguo y nuevo, que forma el catalizador de esta unidad discreta de tiempo/espacio de su encarnación.
Son muy pocos, pero es lo suficientemente notable como para que lo mencionemos, los que son tan eficientes en procesar el catalizador en el momento presente que el tiempo comienza a comprimirse bajo la carga del catalizador abordado y usado con éxito. En ese caso, la entidad que busca se encontrará a sí misma en la creación, en un sentido verdadero, por primera vez. Porque cuando el tiempo comienza su operación completa, existe la posibilidad de la ausencia de espacio o la unidad de todo el espacio. En esta distorsión reside una compasión que no puede ser alcanzada excepto por esos pocos entre sus pueblos que han usado el catalizador con fervor, entusiasmo y un conocimiento consciente de la probidad de tal ejercicio.
Ofrecemos estos pensamientos a ustedes esta noche con la esperanza de que, a medida que pase su tiempo en el transcurso de sus relojes, pueda ser utilizado, apreciado y aprovechado por su corazón. La actividad de la meditación es de gran ayuda para reconciliar el catalizador con el yo y reclamar ese catalizador como parte del yo experiencial que disfruta la encarnación en este momento. Esperamos haber sido de algún pequeño servicio para ustedes esta noche. Les animamos a discriminar por sí mismos. Si nuestras palabras tienen un sentido que pueda ayudarlos, entonces permitan que ese catalizador sea utilizado. Es para ese propósito que intentamos servir. Si lo que tenemos que decir no les atrae, humildemente les pedimos que dejen de lado todas las partes que decepcionen o que no les resulten verdaderas.
En la mente de este instrumento está la primera línea de una de sus canciones populares: “El tiempo está de mi lado.” Esto es muy cierto, amigos míos. Que puedan usar su tiempo y encontrar la intemporalidad. Y con ese entendimiento intemporal, que luego se vuelvan hacia esa luz que es el espacio y manifiesten dentro de ese espacio ampliado lo que es la cosecha de su experiencia. Somos aquellos de Oxal. Los dejamos en el tiempo y el espacio, en el amor y en la luz del Uno que es todo. Los dejamos, sabiendo que es imposible dejarlos más de lo que podríamos dejarnos a nosotros mismos, porque ustedes son nuestro propio ser y nosotros somos el suyo. Así, cesamos de hablar, pero siempre estamos tan cerca de ustedes como su deseo lo permita. Adonai, amigos míos. Adonai.