Confederación

Alegría

Oxal, 16 de marzo de 1986

Hablaremos con ustedes esta noche sobre la alegría, esa cualidad que está más allá de su nombre, esa energía que crea tanto en el fuego como en la paz, esa explosión que, sin embargo, es un estado estable, esa traducción de lo que procede a lo que es.

Hablaremos con ustedes sobre la historia. Aquellos entre vuestros pueblos están fascinados por la historia, y señalamos que si buscáis un remedio específico contra la alegría, la historia ocuparía el primer lugar entre las distracciones activas de quienes la buscan.

El éxito y el fracaso pertenecen a esa porción exterior de ustedes que forma parte de la historia. La disciplina de la alegría es la disciplina de permanecer fuera del tiempo, o, para hablar con más precisión, dentro de ese vientre del que emana el tiempo y hacia el cual una vez más será atraído en el gran ritmo del cosmos. Alejarse de los procesos es alejarse de todas aquellas cosas que parecen reales, comenzando por los procesos de su propio vehículo físico, siguiendo con los procesos de la vida diaria —el teléfono que suena, el timbre que repica, el visitante que llama a su puerta, la información que llega por correo y todas esas cosas que recuerdan una y otra vez los procesos de lo cotidiano.

¿Rechazarán entonces todas estas cosas para permanecer alegres? Les sugerimos que hay una parte de ustedes que debería hacer justamente eso para lograr algo que quizá deseen nutrir y que es el sentido del humor, el toque ligero, la sensación de estar sentados dentro del amor y su expresión —la alegría y la risa— independientemente de las circunstancias externas. Los procesos, como todas las cosas que participan del tiempo, comienzan y terminan, tienen éxito o fracasan, y, sin embargo, la conciencia se ve afectada de manera variable por estos procesos. ¿Podemos sugerirles que reservando una porción de sí mismos para estar centrados dentro de ese gran vientre del tiempo donde la alegría reina, uno puede experimentar de manera diferente los procesos de la vida dentro de la ilusión que ahora disfrutan y de la cual aprenderán según elijan aprender, lenta o más rápidamente, de manera ineficaz o más eficazmente?

Cuanto más uno entrega todo el ser a aquello que podría llamarse mezquino, cuanto más uno se permite preocuparse y angustiarse por aparentes fracasos, más se priva de las oportunidades de transformación. Y, sin embargo, la transformación es aquello que han venido a escoger hacer. Parece que lo nuevo se vuelve viejo. Pero les decimos que consideren si no es el propio interés lo que envejece. Cuando uno percibe las cosas desde el punto de vista de la alegría, nada puede escapar a la iluminación que trae el amor.


La Vida, El Trabajo y La Ilusión

Q’uo, 10 de mayo de 1987

Soy Q’uo. Les saludo en el amor y en la luz del Creador Infinito. Es una gran bendición para nosotros que nos hayan pedido compartir esta meditación con ustedes y quisiéramos hacer una pausa con ustedes por unos momentos de meditación silenciosa para que podamos verdaderamente unirnos a ustedes y fluir en armonía y en ritmo con sus pensamientos y sus necesidades en este momento. Haremos una pausa. Somos Q’uo.

Estamos de nuevo con este instrumento. Somos Q’uo, y de nuevo les saludamos en el amor y la luz del Uno que lo es todo. Su consulta se refiere a lo que vuestros pueblos llaman ambición: una ambición por tener éxito, una ambición por cumplir el potencial. Se basa en una suposición interesante entre vuestra gente, a saber, que algo menor que la experiencia misma de la vida es lo que se denomina el trabajo.

La dificultad para reconocer el verdadero trabajo de uno parece derivar de ese valor distorsionado que vuestros pueblos atribuyen a esa herramienta de poder que llamáis dinero. Se asume que aquello que se hace a cambio de dinero es lo que constituye el trabajo, y se cree que, por lo tanto, aun cuando uno no reciba dinero por algo, puede estar todavía en un período de entrenamiento durante algún tiempo, pero pasado cierto tiempo se da por hecho que el trabajo en sí comenzará. Tal es la distorsión que el dinero ha creado mediante su uso entre vuestros pueblos.

Es nuestra opinión —y subrayamos que es solo una opinión y no una verdad irreducible— que el único trabajo que puede llamarse El Trabajo de cualquier entidad es aquel trabajo realizado en la conciencia durante un período de encarnación que tenga como resultado neto, según lo juzgue el propio yo después de la encarnación, polarizar a la entidad cada vez más intensamente hacia el servicio al Creador y a los demás. Así, la vida es el trabajo, y el trabajo es la vida.

Este énfasis en el resultado es lo que ha sido distorsionado por vuestro sistema monetario. Si se contempla que la propia vida es un don que será creado por el yo para el final de la vida en esta densidad, entonces puede verse que, tanto si uno obtuvo un resultado esperado como inesperado durante el entrenamiento, el trabajo real no reside en los resultados, sino en las actitudes y sesgos que se han adquirido durante dicho entrenamiento, y que este proceso continuaría independientemente de que las circunstancias externas cambien por un éxito aparente o un fracaso aparente.

Retrocedamos un poco y hablemos de una manera más profunda. Sabéis que cada uno de vosotros es una perfección única y asombrosa para el Creador, así como el Creador es único y asombroso, misterioso y maravilloso para cada uno de vosotros. Sabéis que al contemplaros los unos a los otros contempláis el rostro de un gran misterio. Y, sin embargo, de algún modo cada entidad logra taparse los oídos y cegar los ojos ante el milagro de cada momento para poder funcionar en lo que aparentemente es el aquí y ahora de una experiencia vital ajetreada.

¡Qué bendición se siente quitarse los zapatos del mundo cotidiano de trabajo, meter un trocito de hierba, a modo de metáfora, entre los dientes y contemplar el cielo abierto metafórico para soñar despierto. Qué tan, tan bueno se siente relajarse y dejar que la mente divague. Hijos míos, no es sólo agradable—es la propia vida para esa entidad que habita en el interior, que está aprendiendo las verdaderas lecciones y realizando el verdadero trabajo de la encarnación.

Aquí hablamos de la meditación y de esos estados mentales asociados con la meditación que pueden parecer una pérdida de tiempo para la mente civilizada. Encontramos que esta palabra en el vocabulario del instrumento tiene muchas connotaciones, y deseamos que todas sean reconocidas, porque la civilización también es una artificialidad, y todas aquellas nociones y sistemas de creencias que surgen del medio cultural que disfrutáis pueden ser una influencia entumecedora y adormecedora sobre quienes no son conscientes de que, en algún momento, es necesario alejarse del dominio de la civilización para que la criatura que habita en el interior, en luz ilimitada, pueda moverse, respirar el aire fresco del pensamiento no estructurado y adentrarse cada vez más en esa porción de la mente que es nutrida por la luz, el amor y la contemplación y que da, como fruto de esta bondad hacia la mente consciente, una cosecha para la mente consciente de salud y conocimiento correcto. La ayuda que la meditación puede proporcionar a una entidad es proporcional al deseo que esa entidad tenga de recibir dicha ayuda.

No hay deseo que no se cumpla, y cuando uno siente que ha trabajado durante mucho tiempo y, sin embargo, la meta no se ha logrado, suele ser interesante retroceder y reexaminar los deseos profundos del corazón y de la mente. Puede que exista un deseo mucho, mucho más profundo por el aprendizaje más hondo que provoca un fracaso prolongado y aparente. Esta conciencia de pies de barro e imperfección causa una especie de tensión desagradable que se llama sufrimiento, y ese sufrimiento crea un marco mental en el que los sentidos más profundos se vuelven cada vez más sensibles y comienzan a tomar decisiones.

Preguntamos a cada quien que tiene un sueño no cumplido si, en el sufrimiento que ha desembocado en la decepción, no se ha aprendido mucho que jamás podría haberse aprendido en medio de la continua satisfacción y la felicidad.

La fuerza del deseo es la medida del resultado del deseo. Porque el universo es completamente rítmico y responde a aquello que se le pide. Existe una simultaneidad espontánea en la existencia, y en ese punto de quietud, como lo llamó uno de vuestros poetas, es verdaderamente donde está la danza. Cuando uno finalmente descansa en la meditación tras un gran sufrimiento, esperanza y búsqueda, puede por fin vislumbrar lo que ha aprendido el yo profundo.

A aquellos a quienes se les ha concedido ese vislumbre, ningún sufrimiento vuelve a parecer tan duro, porque son los que han tenido la fortuna de aprehender la realidad profunda, que es que, en términos del deseo más hondo del corazón, no han fracasado en absoluto, sino que, por el contrario, han tenido éxito más allá de sus sueños.

Ven, hijos míos, el movimiento en el desarrollo de la personalidad va desde la superficie de las cosas hacia más y más profundidad en ellas, hasta que finalmente el buscador y lo buscado se convierten en uno: una sola cosa, de modo que ya no estáis meditando, sino que al fin sois la meditación, y esa meditación es vuestro poema perfecto, la disposición de vuestra conciencia, y sabéis en un instante que esta conciencia es el don que ofreceréis al Creador, y por tanto ya no podéis sentiros fracasados.

Somos conscientes de que los momentos en los que uno se acepta a sí mismo como el Creador deben ser pocos y distantes entre sí para aquellos de ustedes que moran en la tercera densidad, pues es función de su ilusión física engañarlos con bastante eficacia. Si no sufren de alguna manera, si las circunstancias no les incomodan, ¿buscarán en absoluto? Encontramos en nuestros estudios que nuestra experiencia de tercera densidad no fue tan vívida como la experiencia que ustedes tienen en su planeta. Esto se debe al hecho de que nuestro Logos, tal como vemos que este instrumento emplea el término, no eligió una expresión arquetípica del Uno Infinito Creador tan vívida.

Ustedes, en la esfera planetaria que disfrutan, tienen una ilusión especialmente excelente. ¿Cómo, entonces, van a abrazar su propio ser y la conciencia que hay en ustedes en medio de una ilusión que entrega a su conciencia un informe distorsionado e incompleto del yo? Nuevamente sugerimos la meditación: que en los momentos de quietud de la meditación puedan encontrarse a sí mismos y, sin mirar directamente, aun así reconocer ese yo como a la vez el yo y un Yo mayor. Y en la persona del Yo mayor quizá vislumbren la gloria que yace dentro de ustedes.

El desarrollo de la fe y la voluntad es, en gran parte, un desarrollo de la voluntad de buscar y la fe para continuar buscando. Una búsqueda persistente y sostenida a lo largo de una encarnación, independientemente de los resultados que aparezcan dentro de la encarnación, es, en nuestra opinión, el mejor regalo que podéis crear. Estáis creando una vida. Y no habréis terminado en esa gran trayectoria hasta que vuestro último aliento haya abandonado el vehículo físico y vosotros mismos os mováis del espacio/tiempo al tiempo/espacio de la vida metafísica, esa vida superior por la que hambréis mientras estáis atrapados en la tosca prisión del vehículo físico. Seréis luminosos y libres. Estaréis llenos de luz y de libertad.

Sin embargo, aquí y ahora, dentro de la prisión del cuerpo terrestre, está vuestra gran oportunidad de ser fieles a vuestra conciencia. Así que buscad, hijos míos, buscad siempre y sabed que, aunque está bien moverse según las mareas de las circunstancias, es mucho más profundamente útil tener una vida interior completamente independiente de las circunstancias externas, una vida en la que la meditación y la contemplación sean tanto aquello que se desea como uno de los frutos de ese deseo. Si no disfrutáis vuestras meditaciones, os sugerimos variar las condiciones bajo las cuales se realizan. Y no dejéis de meditar por un tramo difícil de la experiencia, porque en cualquier dificultad, permanecer fieles a la búsqueda es algo muy útil para quien desea polarizarse cada vez más hacia el servicio al Creador y a los demás. Se recomienda encarecidamente el desarrollo de esa voluntad que, revestida de terciopelo, ofrece fortaleza.