La Elección
Oxal, 12 de noviembre de 1987
Los saludamos en el amor y la luz del Único Creador Infinito. Deseamos decir en este momento, pues este llamado ha llegado a nosotros, que el amor y la luz del Creador Infinito requieren grandes medidas de energía para poder sondearse en cualquier profundidad. El delicado equilibrio entre lo positivo y lo negativo se mueve y gira, oscila y se retuerce dentro de las distorsiones del universo de cada complejo mente/cuerpo/espíritu, dentro de cada corazón y cada mente. Por cada ideal y símbolo excelente, yace justo al otro lado de la moneda el terror, la necesidad, la fealdad y la violencia.
El drama de su tercera densidad es el drama de descubrir la dualidad y comenzar el largo viaje hacia el equilibrio. En esto, el estudiante, el viajero, el adorador debe elegir un camino para avanzar, un rostro del Creador al cual adorar: uno, y no el otro. Esta es una elección sumamente difícil. Es tan difícil de hacer dentro de su ilusión que la mayoría ni siquiera comienza a tomar esa decisión, sino que permanece danzando alrededor de la hoguera de la neutralidad, arrojando sus guirnaldas de un lado a otro dentro del universo ético y metafísico, riendo, llorando, odiando y amando, sin moverse ni hacia un gran escenario ni hacia el otro: el glorioso universo celestial o el igualmente glorioso negativo, cada uno fuerte a su manera, cada uno lleno del Creador que es todas las cosas. Sin embargo, solo por medio del sentimiento profundo, solo por aquel sentimiento que este instrumento llamaría adoración, se recorre cualquiera de los caminos hasta el final.
Somos aquellos del camino del servicio a los demás. Encontramos que cada uno dentro de este círculo también ha avanzado en la causa del gran drama en el sentido negativo. Cada uno ha danzado cerca e incluso dentro del fuego ardiente de la gloria y de la belleza de la emoción y el sentimiento negativos. Cada uno ha juzgado en su mente y corazón a sí mismo, cada uno ha sido condenado y ha vivido dentro de lo que su alma desearía llamar infierno, y cada uno, por esa misma razón, ha elegido. Porque cuando un camino u otro comienza a ser intenso, comienza a avanzar, entonces es cuando se debe tomar la elección, nunca en la feliz medianía de las cosas, nunca alrededor de la hoguera.
Así, mientras cada uno recorre el camino del servicio a los demás, digamos nuevamente lo que tantas veces se ha dicho en su planeta: respetemos y apreciemos esas circunstancias de sufrimiento, de juicio propio y de desesperación que han forjado corazones y mentes dotados de determinación y persistencia, pero mejor aún de pasión, la pasión de la experiencia, de las lecciones aprendidas y de las elecciones tomadas. Pedimos a cada uno respetar que, dentro de sí mismo, al tomar tal decisión, inevitablemente fallará de vez en cuando, pero que, habiéndose hecho la elección, la vida será, si tal deseo continúa, un caminar de la mano con el Creador. Porque hay pasión en el Creador por cada uno de ustedes, una pasión que no pueden imaginar. Nos regocijamos en la alegría del amor que el Creador tiene por nosotros, y respondemos con amor y gratitud, volviéndonos una y otra vez al servicio de los demás, y así al Creador. Y luego, al final, nos volvemos únicamente al Creador y vemos al Creador y conocemos al Uno.
Confusión y Meditación
Hatonn, 8 de julio de 1984
Yo soy Hatonn y los saludo una vez más a través de este instrumento en amor y en luz. Es un gran privilegio usar a cada instrumento y les agradecemos profundamente a cada uno de ustedes por llamarnos y permitirnos compartir nuestros pensamientos con ustedes. Aquellos de ustedes que nos llaman están confundidos, preocupados y perturbados. La confusión es una herramienta muy parecida a una sierra o un martillo. Usas una sierra para cortar madera; usas un martillo para clavar cosas. Usas tu confusión para trabajar en ti mismo, pues tú, en medio de esa confusión, estás esperando aprender de ella. Estás esperando a que ese problema burbujee hasta que escapes, mires atrás y aprendas de tu experiencia. La rapidez con la que aprendas de esta experiencia, de esta confusión, dependerá de tu disposición para trabajar contigo mismo. Pero al menos, mis amigos, tienen el sentido de estar confundidos. No están dormidos; no están soñando; no están distraídos en ese mundo intermedio en el que nada es muy importante y ninguna pregunta merece verdaderamente una respuesta. A estas personas no podemos ofrecerles ayuda alguna. Estas personas volverán una y otra vez a experimentar esta ilusión hasta que sean conscientes del proceso que está dando forma a sus destinos.
No les sugerimos que un, digamos, “problema burbujeante” sea algo fácil de resolver completa y absolutamente, de superar, de entender. Solo les decimos que el amor y la luz del Creador Infinito están con ustedes en sus intentos de equilibrar sus confusiones, de ganar objetividad y de aprender. ¡Qué herramienta tan excelente es la confusión, mis amigos! ¡Qué ilusión tan excelente tienen ustedes! Somos conscientes de que ustedes preferirían la seguridad de reglas simples. Y hay una regla simple: amar plena, libre y sin reservas.
Le toma toda una vida a cada entidad elegir la manera en que mostrará amor y a quién se lo dará. Las necesidades están a su alrededor. Si desean comenzar con las necesidades más simples, hay quienes tienen hambre, sed y frío en su planeta. Su esfera está llena de tal confusión, tal bullicio, tal barullo. ¿Qué harán? ¿Adónde irán? ¿Cuál será su disciplina? Les pedimos que regresen al Pensamiento Original Una y otra vez, a diario. No importa si este regreso o meditación dura cinco minutos o cincuenta. Lo que importa es que tengan la disciplina de volver, una y otra vez, día tras día, al Creador. Lo que precipitará de sus meditaciones diarias será único, pues cada partícula de conciencia es única. Ninguna dos personas pueden enfrentar el mismo problema ética, moral, económica, socialmente o de cualquier otra manera y encontrar dentro de sí exactamente la misma respuesta. El universo está, en verdad, confundido y las lecciones son subjetivas. Cuando hayan encontrado suficiente verdad como para proclamarla desde los tejados, no podrán hacerlo mediante prueba alguna, pues la prueba es lo más alejado de sus necesidades como individuos. Cada uno de ustedes necesita encontrar su propio camino. Cada uno necesita encontrar su propia verdad. Hay algunas constantes, como la confusión, el amor, la caridad, la compasión, el dolor y el cansancio. Estas cosas cada persona puede comprender, y sin embargo cómo se valorará eso en la vida de alguien, cómo se usará para moldear una conciencia, es una pregunta que debe responder cada uno.
No soñaríamos con informarles de una verdad absoluta predominante que, si se creyera, los llevaría a algún reino celestial. No, mis amigos. Nosotros estamos en un reino celestial al estar en la cuarta densidad, esa densidad del amor. Y desde esta densidad podemos ver al Creador en cada uno de ustedes y en cada uno de nosotros. Pero no podemos darles esta visión, ni quisiéramos hacerlo. Solo deseamos inspirarlos para que puedan salir y buscar sus propias respuestas. Podemos prometerles que en cualquier momento que deseen meditar estamos con ustedes en apoyo silencioso.
Mientras cerramos, permitámonos llevarlos en meditación más cerca de nosotros hasta que verdaderamente sintamos la unidad. A través de los oídos de este instrumento escuchamos el sonido solitario del tren que va de algún lugar a otro, muy parecido a ustedes, mis amigos, en un viaje solitario. Y sin embargo, están juntos, sostenidos en un camino recto y estrecho, pues su visión es de amor y su deseo es de misericordia. Somos uno con ustedes. ¿Dónde está el Creador? Ah, esa es la gran pregunta. ¿Diremos que el Creador son ustedes? No quedarán satisfechos, porque no están satisfechos con ustedes mismos. ¿Diremos que el Creador está en la búsqueda? No quedarán satisfechos. ¿Les diremos que su viaje no tiene fin y que ese viaje sin fin es el Creador? Quizás nos acerquemos más a aquello que desean escuchar esta noche.
Los dejamos en el viento del azar y del cambio. Y, sin embargo, cuán sólido es su cuidado los unos por los otros y por el amor y la búsqueda. Somos conocidos por ustedes como los de Hatonn. Los dejamos en el amor y la luz, a lo largo de la vía interminable de un viaje sin fin del Creador Infinito. Los dejamos en aquello que es perfecto en todos los sentidos. Los dejamos.
Adonai. Adonai vasu borragus.
La Contribución de la Carne
Hatonn, 18 de noviembre de 1984
Nos gustaría contarles una historia, amigos míos, acerca de una princesa. La heroína podría haber sido con la misma facilidad un príncipe en otros niveles del relato, pero para nuestra parábola es bastante necesario que esta entidad sea femenina. Como es costumbre en los cuentos de hadas sobre princesas, ella esperaba a un solo hombre que pudiera conmover su corazón, un corazón endurecido por muchos, muchísimos años de poder y de soledad indescriptible a causa de ese poder. Cortesano tras cortesano, campesino tras campesino desfilaban con sus mejores regalos, con la esperanza de ganar su favor. Ella había recibido ofertas de todo, desde ganado hasta perlas, pasando por reinos y nuevos dominios para gobernar. En ninguna de estas cosas estaba en absoluto interesada y, tristemente, al final de cada día pasado cerraba la audiencia, todavía poderosa y todavía sola.
Un día llegó a su corte un hombre mal vestido. No era cortesano ni campesino. Era un extraño. Su hogar era el camino. No comprendía por qué su viaje lo había llevado hasta aquel lugar, pero cuando vio lo que tenía delante, nació en su corazón un gran deseo de expresar su mente y su corazón, como todos podían hacerlo en ese gran día de fiesta. Al no tener sombrero para su cabeza, se tiró del cabello en señal de respeto, dobló sus rodillas y, con palabras toscas, hizo su súplica: “Milady,” dijo, “no puedo darte nada salvo mis días, mis noches, mi amor y mi camino. Mi sentimiento por ti es tal que estoy cegado. No puedo ver a ninguna otra, así que tendrás que ayudarme si hemos de estar juntos, pues los ciegos necesitan guías y yo te ofrezco mi necesidad tanto como mi amor, porque estaré confundido. Compartir mi camino es, en verdad, algo extraño. Milady,” continuó, “no sé dónde estaré mañana, la próxima semana o el próximo año. No tengo nada salvo mi carne y mi corazón, mi mente y mi honor, y los pongo en tus manos. Los aceptes o no, tú eres y siempre habrás sido mi amor.” La princesa que, durante años, había rechazado tesoro tras tesoro, bajó lentamente de su alto trono y extendió su mano al extraño que estaba ante ella. “Debes ayudarme tú también,” dijo, “pues no sé si tengo un camino; sólo sé que deseo encontrar uno. No sé si amo; sólo sé que deseo encontrar amor.” Él la tomó y la colocó sobre la tierra y la miró hacia abajo, pues era más alto que ella. “Milady,” dijo, “ese es el camino de todo amor. Cada uno da, cada uno recibe. Yo no he amado, pero sé que esto es así.” “Yo tampoco he amado,” dijo ella, “pero sé que ya no estoy sola.”
La despareja pareja no se detuvo para pedir sirvientes ni sillas para llevarlos ni ninguno de los ornamentos ni pompa de su circunstancia, pues ese no era su camino. Comenzaron a andar. Y en menos de una hora ya estaban fuera de la vista, incluso para los ojos más agudos de quienes estaban en el reino durante la gran feria. Curiosamente, esta princesa y este extraño nunca volvieron a ser vistos. Aunque muchos hablaban de sus años de frialdad y altivez, no hubo nadie que cantara las alabanzas de su amor. Porque, a medida que ella se abrió al amor, en la misma medida se volvió invisible para gran parte de aquello que los ojos mortales pueden ver y los oídos mortales pueden oír.
Mis amigos, es una gran locura, o al menos así parece, estar encerrados en la carne tal como la experimentan en su densidad. Se sienten torpes y torpes, y así son, en comparación con los cuerpos de densidades superiores. Se sienten insensibles e incapaces de ver el panorama más amplio, y esto es así, en comparación con la conciencia disponible en otros niveles de vibración. Sin embargo, la suya es la grandeza de dar la verdadera generosidad que solo surge cuando realmente no pueden ver ni oír lo divino, sino que únicamente tienen fe en que existe algo como el amor divino.
En su ilusión, podemos decir, tienden a subvalorar sus contribuciones a los demás. El más pequeño entre ustedes contribuye de una manera vital. No es una contribución consciente en muchos casos, sino la contribución de la carne dentro de la cual se ha colocado una conciencia, tan preciosa que pensar que podría romperse, como se rompe el cuerpo humano, es casi impensable, inaceptable, intolerable. Esta conciencia preciosa, se dicen a sí mismos, no puede posiblemente ser parte o elemento de esta carne. Sí, mis amigos, están inextricablemente ligados a las células de su cuerpo químico de tercera densidad. Todos sus actos serán los de hombres encarnados, hombres que derraman la sangre del corazón, de la mente, de la voluntad o del cuerpo sin conocer la verdad. Las oportunidades para el valor, para polarizar, para servir, para permitir que su carne se convierta en pan para otros son enormes.
¡Qué poco se valoran ustedes mismos o sus circunstancias en comparación con la realidad tal como la vemos nosotros! Si alguien les diera una esmeralda perfecta y luego les dijera que la tragaran y la llevaran dentro de su cuerpo, pensarían que ese hombre está loco. Y, sin embargo, esa es su conciencia: una joya perfecta, una joya de forma perfecta, no arrojada descuidadamente a un cuerpo, sino colocada con cuidado, con amor, con sabiduría, en la carne para que puedan derramar su vida hermosamente si así lo desean, sin tener nada más en qué basarse que en el sentimiento profundo de que este es su camino.
Verán, muchas veces debemos usar a las mujeres para representar a quienes reciben y a los hombres para representar a quienes ofrecen, pues esa es la naturaleza arquetípica de su sexualidad. En realidad, cada uno de ustedes es tanto receptor como dador, tanto quien toma como quien nutre. Nunca duden de su valor para quienes los rodean.
Ofrecemos esta enseñanza a ustedes con humildad y estamos muy agradecidos por la oportunidad de hablarles. Eso es todo. Solo podemos repetir una y otra vez: ¡Oh, qué tesoro yace en sus huesos, qué belleza de espíritu brilla desde sus entrañas hasta los cielos! No hay distinción; no hay ser separado. La ilusión parece separarlos, pero en verdad cada uno de ustedes es un tesoro, tal como es. Y en la carne aprenderán veinte, no, cien veces mejor a servir, a amar, a dar y a aceptar, a tomar, a recibir. El amor consiste en completar circuitos; no es necesariamente solo dar.
Cerramos este circuito y dejamos este instrumento en este momento. Por favor, sean conscientes de que nuestro uso de la palabra “amor”, especialmente, es inexacto y que nuestras palabras, como siempre, solo son tan importantes para ustedes como les sean útiles. Somos aquellos de opinión mortal que no saben nada con certeza. Solo hemos caminado un poco por el camino antes que ustedes. ¿Qué camino es ese, mis amigos? Sigan caminando. Verán y será algo gozoso. Yo soy Hatonn. Los dejo en el amor y en la luz de nuestro Creador Infinito. Adonai, mis amigos. Adonai vasu borragus.