Confederación

Aceptar lo inaceptable

Q’uo, 16 de septiembre de 1990

Pregunta del grupo: ¿Cómo se lidia con una persona o situación totalmente inaceptable cuando has intentado hacer todo lo que sabes hacer? ¿Cómo equilibras hacer lo que es posible con simplemente aceptar la situación tal como es?

Yo soy Q’uo, y os saludo en el amor y la luz del Único Creador Infinito. A Su servicio estamos dedicados. Es nuestro gran privilegio y honor que se nos pida unirnos a vuestra propia búsqueda mientras estáis sentados en meditación esta noche. Pedimos, como siempre, que todos recuerden que no somos infalibles y que se solicita discernimiento.

Hablamos sobre el tema de aceptar lo inaceptable, de perdonar lo imperdonable. Cada uno de vosotros es muy consciente de la manera en que aquellas cosas que están a la distancia parecen muy pequeñas, mientras que aquellas que están justo delante de uno se vuelven enormes. Ese sentido de distancia, o de proporción, es una excelente herramienta para lograr un estado mental en el cual el corazón, la mente verdadera y profunda, pueda aprender las lecciones p ntadas por la entidad, relación o condición inaceptable e imperdonable.

Hablaremos ahora acerca del libre albedrío que está más allá de la comprensión y que es la primera distorsión de la infinitud inteligente. Sin él la materia no podría haber sido creada de manera ilusoria. Sin él no habría dimensión, ni la ilusión del tiempo. Sin el libre albedrío solo existiría el Amor, desconocido y sin conocerse; es decir, la esencia, el Logos del Amor, que es el Creador. Así como este Amor es incondicional, completo y puro, así también el libre albedrío es absolutamente impredecible. Por lo tanto, a medida que cada sub-sub-Logos, cada uno de vosotros, elige entrar en el camino de acelerar vuestro crecimiento espiritual, estáis tratando con una sensibilidad de la mente que está demasiado firmemente conectada y preocupada por las necesidades corporales, mentales y emocionales que han sido adquiridas dentro de la ilusión que ahora disfrutáis. Muchas, muchas de las elecciones que hacéis no se basan en principios espirituales, porque vuestra experiencia de la vida es que a veces se mueve demasiado rápido como para que tengáis un sentido de proporción sobre lo que está ocurriendo. Las razones de esto están ligadas al principio del libre albedrío. Ninguna entidad es igual a otra, y ninguna entidad permanecerá tal como es a lo largo de una encarnación.

El estado encarnado es uno de flujo constante, aprendizaje, pérdida y oportunidad. La pérdida es artificial en el sentido de que consiste en los espacios vacíos dejados por aquellas personas que una vez fueron amadas y que ahora están desencarnadas; por verdades que una vez fueron amadas, pero que ahora parecen necesariamente descartadas; por ideales que el mundo en el que vivís ha proporcionado suficiente catalizador para socavar en vuestra propia experiencia. Y así, debido a que el libre albedrío, como el viento, sopla de un lado a otro en todas las entidades, es inevitable que aquellos que planean aprender tanto como sea posible en una sola vida dispongan tener desafíos serios y fundamentales a su comprensión del principio del amor incondicional. Para que podáis encontrar el yo que puede hacer esto, es necesario encontrar el amor que está tejido con el libre albedrío para formar una ilusión física y trabajar con ella de tal manera que estéis, al menos temporalmente, capacitados para desenredar las hebras del amor y del libre albedrío. Cuando veis, conocéis y confiáis en lo absoluto del amor, la mente puede descansar con mayor facilidad, el corazón puede volverse consciente de su inteligencia más verdadera y las responsabilidades de afrontar los desafíos de las relaciones difíciles y de las situaciones imposibles comienzan a cambiar y a transformarse en su forma.

Nosotros, de la Confederación de Planetas al Servicio del Infinito Uno, hemos hablado con frecuencia de la necesidad de disciplinar la personalidad. Con esto no pretendemos referirnos al control, la supresión o la represión de ningún sentimiento que verdaderamente sientas, de ningún pensamiento que verdaderamente pienses, de ninguna acción que realices sintiendo que es apropiada. Estas son las elecciones de cada entidad, las cuales uno es incapaz de hacer mientras permanece preocupado principalmente por aquello que es mundano y de ninguna consecuencia espiritual en la medida en que subjetivamente puedes verlo. En verdad, todas las cosas están cargadas de enseñanza espiritual. Toda la creación canta su canción de amor para ti. Pero es la personalidad disciplinada la que ha obtenido la perspectiva sobre el valor de la mente pensante y el valor mucho mayor de la sabiduría infinita del corazón.

Así, cuando ocurren situaciones desafiantes, aquel que ha establecido una base firme de una vida en la fe no temerá lo imperdonable, no temerá lo inaceptable, no necesitará, de hecho, reaccionar, a menos que, como una entidad del corazón, sienta que hay aquellas cosas que puedan ayudar, de una manera espiritual, a aquello que es inaceptable.

Así pues, tu única responsabilidad es amar. No tienes una responsabilidad de libre albedrío en este punto, pues el libre albedrío no perdona. Es el amor el que perdona. Por tanto, a medida que te haces a un lado, disciplinando tu propia libertad con el fin de servir y aprender, experimentas un amor que nunca podrías experimentar dentro de tu humanidad, un amor que es de suministro infinito. Y a esa situación o entidad difícil o imposible simplemente le envías amor, y utilizas tus capacidades mentales para razonar contigo mismo acerca de la causa de la inaceptabilidad, contemplando la situación, no con el propósito de resolverla, sino con el propósito de comprender a la entidad o condición inaceptable, y cuando eso está hecho, perdonarla, perdonarte a ti mismo, y estar claro y listo para contemplar sin ningún temor en absoluto a la situación o entidad, pues hay amor y servicio en esta oportunidad.

Este es un resumen sencillo y aparentemente bastante superficial. No toma en cuenta la enorme dificultad de hacer estas cosas dentro de tu ilusión. Y por ello nos gustaría hablar de un aspecto de tu ilusión que es absolutamente necesario para la ilusión, pero que es aquello que desconcierta a casi todas las entidades. Conoces el libre albedrío si conoces el viento. Los vientos se mueven aquí; los vientos se mueven allá. Los vientos traen lluvia y son una bendición para tu tierra. Los vientos traen tormenta y destruyen vida sobre tu tierra. Los vientos son brisa suave, tocando las mejillas de los amantes en una noche de verano. El viento transporta nieve furiosa que ciega a aquellos que lo desafían. En resumen, el viento es una influencia que no puede ser influenciada.

En el sentido metafísico, el viento que sopla para ti y que te mueve a un nivel del cual no eres consciente es el libre albedrío. No puede ser predicho. No puede ser comprendido completamente, y sin embargo es la misma experiencia para todas las entidades. Si el viento está soplando dentro de tu ilusión, no importa cuántas entidades experimenten el mismo viento, todos reconocerán que ha pasado sobre ellos, pues han sentido su efecto. El mundo de las cosas metafísicas es más sutil. Los efectos del libre albedrío son igual de sutiles, pero establecen situaciones dentro de tu red de energía donde quedas abierto y vulnerable al desafío de una distorsión del amor provocada por el libre aledrío de otro.

Así que no eres tú quien considera a otro inaceptable, ni es el otro quien es inaceptable. Tenéis la misma naturaleza, pero no tienes el mismo libre albedrío que tenías ayer, y mañana volverá a cambiar. Así sucede con la otra entidad. Es esa porción de libre albedrío en ti, no tu yo más profundo, la que genera juicios como inaceptable o imperdonable.

Dentro del corazón que ha sido liberado por una disciplina de la personalidad, y que se le ha dado un camino de servicio por la elección libremente realizada por la entidad, el amor permanece, y tu instinto es enviar amor a esa entidad que está en suficiente agonía como para actuar de manera inapropiada y para actuar como catalizador doloroso para ti. En este catalizador doloroso puedes ver, en las elecciones de libre albedrío del otro, elecciones de libre albedrío del yo, hechas con una comprensión distorsionada. En consecuencia, todas las declaraciones de juicio sobre otros se hacen no con el corazón, sino con la mente y el libre albedrío indisciplinado, pues el corazón no juzgará. El corazón aceptará y permitirá que el yo sea el yo, y que los otros yos sean sus yos.

El corazón de alguien orientado positivamente no controla una situación inaceptable para hacerla aceptable. Controla la porción de su propio libre albedrío, a menudo destructiva e ilusoria, para poder moverse hacia un yo más profundo, hacia la sabiduría del corazón, y desde ese punto de vista todas las condiciones y entidades son vistas como parte de un plano de evolución que te corresponde aprender a comprender, al menos en esencia.

Ahora bien, el viento también es usado a menudo como un símil para aquello que en las distorsiones espirituales llamadas cristianismo se nombra el Espíritu Santo. Ya que todas las cosas son santas, si es aceptable para cada uno usaremos el término Consolador. Aquello que es transportado sobre el viento del espíritu está vivo. El espíritu de la conciencia de Cristo está vivo y le habla al mundo hoy diciendo: “Paz, paz, perdona, consuela, absuelve, y comienza contigo mismo”.

Ahora bien, este Consolador no brinda consuelo más de lo que el maestro, Jesús el Cristo, brindó consuelo. Sanación dio esta entidad, y libremente, fortaleza al débil, vista al ciego interior así como al exterior, fuerza en las extremidades al lisiado. Pero, ¿pidió esta entidad ser comprendida? En tu experiencia, ¿ha pedido alguna entidad que consideres grande o sabia que la comprendas? Es poco probable, pues eso no es importante para aquellos que viven en el corazón. No necesitan ser comprendidos, y en consecuencia no intentan ser comprendidos. El espíritu no intenta ser comprendido. El consuelo está en su comprensión, y tu consuelo también está en tu propia comprensión.

El proceso de abrir una puerta mientras se cierra otra es nuevamente difícil debido a los problemas de percepción dentro de esta ilusión. El libre albedrío en su estado crudo e indómito es casi precisamente lo opuesto a la verdadera libertad de la voluntad, que es la voluntad de quien está disciplinado y elige libremente. Así, al no ser arrastrado por el viento del yo, puedes entonces interiorizar el viento y tomar conciencia del espíritu. Y a medida que tomes conciencia de este espíritu te encontrarás movido en mente, en emoción, y a veces incluso geográficamente, a fin de hacer aquellas cosas que, después de todo, no has olvidado que viniste a hacer. La sabiduría del corazón está llena de este plano. La mente consciente, gobernada por la lógica y el libre albedrío, nunca puede lograr esto. Pasar de la cabeza al corazón, conservando al mismo tiempo el concepto de la mente, no es anatómicamente sensato, pero es el mejor vocabulario que tenemos para describir el amor profundo y la seguridad que puedes encontrar cuando has aceptado el viento dentro de ti, pues tú eres espíritu. Es el cuerpo lo que es pesado y está lleno de reacciones químicas que forman parte de esta ilusión.

A medida que ofreces tu libre albedrío al plano que has trazado para ti mismo, te vuelves libre y capacitado en tus acciones. En esta conciencia no hay nada inaceptable, nada imperdonable, sino solo aquello que puede ser visto como tal o cual distorsión del amor provocada por un libre albedrío indómito. El libre albedrío le muestra el espejo al libre albedrío. Si miras a otro y encuentras inaceptabilidad, date cuenta de que eso es un espejo. Ahora puedes hacer tu trabajo interior, pues has sido ayudado por esa entidad que ha sido menospreciada y juzgada. ¿Qué hay dentro de ti que debe ser perdonado? Porque si juzgas a los demás, no te has perdonado a ti mismo. Si estás completamente perdonado a ti mismo, no tienes absolutamente ninguna necesidad de juzgar, pues no tienes miedo ni nada que defender. Puedes ver más allá del libre albedrío, habiendo visto más allá del tuyo propio. Puedes domar el viento para ti mismo, y puedes ser de servicio a otros reflejándoles con la mayor honestidad posible que estas son acciones que eliges realizar, y las eliges porque son de ayuda espiritual en el servicio al Creador para este ser amado, que eres tú, en forma de otro-yo.

Os imagináis a vosotros mismos, de manera muy natural, como entidades con una cabeza y una columna vertebral, dos brazos, dos piernas, el número requerido de órganos y de dedos. Sois una clase de entidad que no podéis comprender mientras contempláis vuestro vehículo físico. La diferencia de vuestra conciencia entre veros a vosotros mismos como este vehículo físico y veros a vosotros mismos como espíritu es la diferencia entre ser arrastrados por el viento y ser el buen y amable viento que siempre sopla amor, abierto y sin temor, vulnerable y sin miedo. Una vez que hayáis encontrado vuestra propia esencia ya no volveréis a temer. Es el catalizador causado por enfrentar lo inaceptable y por encontrar maneras de ofrecer amor y también de recoger y cosechar amor en la situación lo que constituye la sabiduría obtenida a través de este cambio de identidad, de una planta química que os mueve de un lugar a otro al yo esencial, humilde, sin juicio, completamente sin miedo, completamente libre, y completamente capaz y dispuesto a escuchar, a comprender y a amar los corazones atormentados de aquellos que están atrapados en esta ilusión que ahora disfrutáis, atrapados dolorosamente, atrapados de manera insoportable.

Si alguien te resulta inaceptable, esa entidad está ensordecida por el viento de su propio libre albedrío y tiene una expresión extraordinariamente distorsionada de amor para ofrecer. Tú no puedes sanar ni ayudar al otro-yo. Solo puedes tomar tus propias decisiones. La entidad que es inaceptable no te afecta directamente. Es simplemente un catalizador si todavía tienes tu propio trabajo que hacer al perdonarte por ser todas las cosas, incluidas muchas, muchas cosas que consideras inaceptables. Estás esculpiendo para ti mismo el derecho de cabalgar el viento del espíritu. El juicio, que está detrás de la inaceptabilidad, y el miedo, que está detrás del juicio, anclan tus pies a la tierra. No puedes volar; no puedes elevarte; solo puedes ser herido y herir mientras, a través del juicio y de colocarte protecciones mentales y espirituales, intentas hacerte más cómodo en la prisión de tus huesos y tendones.

Cuando encuentras el amor interior en su estado puro, no estás confinado; no eres finito. Has encontrado tu propia eternidad. En esta eternidad, el viento del momento presente ofrece todas las lecciones, ya sea que sea necesario para la ilusión, que hace que el juicio parezca apropiado, ser muy difícil de penetrar para que tomes tus decisiones de juzgar o de apreciar, de pedir servicio o de ser un agente de servicio infinito. Si eres capaz de dejar que tu amor quede libre para cabalgar el viento del espíritu, siempre estás siguiendo el plano que has trazado para tu propio crecimiento. Esta es la densidad en la que decides la naturaleza de todas las entidades a tu alrededor, así como de ti mismo, y con esta comprensión eliges cómo servirás a ese misterio que te creó y a todo lo que existe. ¿Deseas tus pies anclados a la tierra por el juicio y la necesidad de imponer tus puntos de vista? ¿O eliges elevarte en el viento del espíritu, sin juzgarte ni juzgar a otros, sino preguntando, y preguntando, y buscando y esperando ser amor, ser un canal de verdad, compartir en lo infinito, para que tu luz sea un catalizador que libere a otros de su propia esclavitud?

Agradecemos a cada uno nuevamente por esta oportunidad de mezclar nuestras vibraciones con las vuestras y de hablar al corazón de cada entidad en su deseo de conocer más de aquello que llamáis la verdad. Nos retiraremos de este grupo en este momento, dejando a cada uno, como siempre, en el amor y en la luz del Único Creador Infinito. Adonai, amigos míos. Adonai.