Una guía de conceptos

Meditación

La meditación es una actividad que Ra a menudo agrupa junto con la contemplación y la oración. Lo que las tres tienen en común es el enfoque y el aquietamiento de la mente en el desarrollo de la conciencia del momento presente. Esto abre profundos caminos dentro del yo. Entre sus beneficios y usos, según Ra, la meditación disciplinada es:

  • El medio mediante el cual toda experiencia puede sintetizarse, el catalizador usarse de manera más eficiente y el yo ayudarse a conocerse a sí mismo. (19.13, 66.18, 78.36)

  • El “fundamento o requisito previo” para trabajar en la conciencia, incluyendo los ejercicios de volverse consciente del amor en el momento y del Creador en todas las cosas. Sin meditación, contemplación u oración, los “datos [de tales ejercicios] no descenderán a las raíces del árbol de la mente, habilitando y ennobleciendo así el cuerpo y tocando el espíritu.” (10.14)

  • El medio mediante el cual se puede obtener el Pensamiento Original. (60.27)

  • El medio para abrir los caminos para trabajar con el yo superior. (36.11)

  • El medio mediante el cual, cuando se combina con un trabajo disciplinado, el errante puede penetrar el olvido hasta cierto punto. (63.17)

  • El medio de trabajar con el yo no manifestado. (71.5)

  • Conectado con el trabajo del polo norte y la luz en espiral descendente, esa “energía que es traída a la existencia por la humilde y confiada aceptación de esta energía a través de la meditación y la contemplación del yo y del Creador.” (49.6)

  • Algo de lo que los de nuestro planeta necesitan momentos constantes para equilibrar nuestro modo de actividad perpetua. (38.10)

El enfoque de la atención —es decir, la concentración— parece formar la mecánica fundamental de la meditación. La voluntad y la fe son de máxima importancia para facilitar esta actividad y, recíprocamente, es a través de la meditación que la voluntad y la fe se desarrollan y nutren.

Aunque la meditación es de importancia primordial para el buscador positivo, es, como cualquier actividad, más beneficiosa cuando se orienta hacia las enseñanzas fundamentales que trascienden todos los planos de existencia: unidad, amor, luz y gozo —el mismo corazón de la evolución espiritual y del viaje hacia el Único Creador.

Ra: Comenzamos con las enseñanzas/aprendizajes mentales necesarios para el contacto con la inteligencia infinita. El requisito previo del trabajo mental es la capacidad de mantener el silencio del yo en un estado constante cuando sea requerido por el yo. La mente debe abrirse como una puerta. La llave es el silencio.

Ra: El material para su comprensión es el yo: el complejo mente/cuerpo/espíritu. Se les ha dado información sobre la sanación, como llaman a esta distorsión. Esta información puede verse en un contexto más general como formas de comprender al yo. El comprender, experimentar, aceptar y fusionar el yo con el yo y con el otro-yo, y finalmente con el Creador, es el camino hacia el corazón del yo. En cada parte infinitesimal de su yo reside el Uno con todo Su poder. Por lo tanto, solo podemos alentar estas líneas de contemplación, afirmando siempre como requisito previo la meditación, la contemplación o la oración como un medio subjetivo/objetivo para usar o combinar diversas comprensiones para realzar el proceso de búsqueda. Sin un método de revertir el proceso analítico, no se podría integrar en unidad las muchas comprensiones obtenidas en dicha búsqueda.

Nota del Autor: Habitar en tabernáculo con el Creador

La meditación, la contemplación y la oración están entre las herramientas más poderosas disponibles para el buscador para fomentar la evolución y la transformación. Como lo evidencian décadas de canalizaciones de L/L Research, estas son también las prácticas más recomendadas por las fuentes de la Confederación como medios para escuchar al Creador en el interior, descubrir la conciencia más allá del pensamiento y habitar en el tabernáculo del lugar santísimo: el silencio y la quietud del corazón más íntimo. La Confederación no promueve una manera “mejor” de meditar; solo dicen que, en la medida de lo posible, debe practicarse a diario, incluso si es solo por unos minutos.

La práctica meditativa revela cómo la voluntad y la fe operan en conjunto para fomentar la transformación interior.

Voluntad: En la meditación, uno está trabajando con lo que Ra llama el yo no manifestado: “el yo que no necesita de otro-yo para manifestarse o actuar”; o, “ese ser que existe y hace su labor sin referencia o ayuda de otros-yoes.” Es decir, al meditar, uno está trabajando en un nivel completamente interior con la propia conciencia espontánea, sin esfuerzo y sin elección.

En ese trabajo, esencialmente hay solo una actividad: reunir y dirigir la atención para estabilizar la concentración y presenciar, con ecuanimidad, el surgir y el desvanecerse de los fenómenos. Es la voluntad, y solo la voluntad, la que realiza esta actividad. A donde va la atención, fluye la voluntad. Y viceversa.

A través de distracción tras distracción, cuanto más se aprende a volver suavemente el enfoque al punto de concentración elegido (por ejemplo, la respiración), más se aprovecha y disciplina la voluntad al ponerla bajo dirección consciente. De igual manera, cuanto más se dirige la atención a estar con la experiencia del momento presente, más pueden la voluntad y la atención orientarse a estar con el propio catalizador en lugar de involucrarse en los muchos patrones de evasión de la mente condicionada.

La mente encarnada aprende a estar plenamente presente. Este es un proceso de volverse consciente. Esto, a su vez, enseña a la mente consciente su propia relación con la voluntad del Creador. La entidad equilibrada, que ha cultivado la receptividad enfocada en un solo punto, entra en el portal y dice: “Estoy presente. Estoy receptivo. Espero.” El yo, entonces, en profunda absorción, libera toda expectativa y control en la entrega de la voluntad personal, y en la entrega/disolución del yo individual. Allí puede hallarse el equilibrio entre esfuerzo y gracia, voluntad y entrega, acción y descanso.

La atención eventualmente se vuelve automática; se convierte en una forma de ser.

Fe: La meditación es también la práctica de la fe: en primer lugar, porque uno debe confiar en que esta actividad, aparentemente monótona o incluso imposible, dará fruto con el tiempo. En segundo lugar, y más profundamente, porque a medida que uno aprende a presenciar la impermanencia del juego interminable de la mente, está aprendiendo a desidentificarse de las formas-pensamiento de la mente. Esto no es un rechazo ni una represión de la mente, sino un habitar en la consciencia espaciosa que reconoce que no eres tus pensamientos; más bien, los pensamientos son, como todo en el universo, fenómenos que surgen en el espacio infinito de tu propia consciencia del momento presente.

Te das cuenta de que no eres aquello que puede ser visto; no eres ningún objeto en el campo de la consciencia; tú, el verdadero tú, eres quien ve; el verdadero tú es el observador, o la consciencia misma.

Los textos yóguicos describen un estado de “absorción” que ocurre aquí, pero eso está más allá de mi experiencia personal.

El objetivo no es alcanzar un estado específico. Más bien, la meditación consiste en observar la mente tal como es. Si tu mente y tu atención divagan, entonces estás observando su naturaleza y adquiriendo una comprensión de cómo se mueve.

A medida que esta conciencia testigo se desarrolla, el yo comienza a operar en un marco diferente de percepción. Mientras que la mente indisciplinada busca ejercer su control sobre la vida —acercándose al momento con expectativas, perdiéndose en ensoñaciones, tristezas y ansiedades sobre el pasado y el futuro— la conciencia testigo recibe todos los fenómenos, dolor y placer, con ecuanimidad. Mientras que la mente necesita un soporte estructural y conceptual para su existencia, la conciencia testigo no necesita forma a la cual aferrarse, ni marco de referencia para mantenerse intacta; es libre en la infinita, no nacida, incalificable e ilimitada infinitud. Es, en resumen, la conciencia de la fe. Y como un músculo, y como la voluntad, se desarrolla, se fortalece y se hace consciente a través de la meditación.

La mejor manera: ¿Es mejor meditar sentado, acostado o caminando? ¿Con los ojos cerrados o abiertos? ¿En un retiro de tres años o quince minutos cada mañana? ¿Con o sin maestro? ¿Usando meditación guiada o en silencio? ¿Siguiendo enseñanzas de *Vipassana*, Zen o Dzogchen? ¿Utilizando mantras, visualización o el despeje de la mente? Ra indica que no existe una única “mejor manera”, lo que implica que corresponde al buscador descubrir lo que resulta más efectivo para su camino. Sin embargo, eso no significa que se pueda poner una etiqueta a cualquier actividad y llamarla “meditación”. Cierto grado de atención plena, presencia y concentración son cualidades fundamentales y necesarias.